El otro día comentaba de pasada lo mucho que echo de menos los cines antiguos de
Guadalajara, los del centro, donde pude disfrutar de
peliculones como
Drácula o
Parque Jurásico. Pues bien, de un tiempo a esta parte cada vez que me dispongo a cruzar con el coche a la plaza de la Diputación desde la de
Marlasca, me acuerdo de otro pasaje de mi infancia: las ferias.
Sí, porque cada vez que atravieso el paso de cebra me acuerdo del
Missisippi, aquel falso barco lleno de pruebas donde a cada paso que dabas el suelo parecía desaparecer debajo de tus pies. Desconozco si este año habrá vuelto esa atracción, porque con la mayoría de peñas en el casco antiguo, apenas llegué a pisarlo; pero he recuperado esa sensación de incertidumbre gracias al pavimentado del citado paso de cebra. Vamos, que lleva un tiempo hecho puré.
El caso es que al principio apenas se notaba, pero con el paso de las semanas ha ido agrandándose el problema y ya es un cachondeo. Con lo que molestan esas cosas cuando llueve y lo pisas, que no solo te mojas como en un charco, sino que encima te salpicas
enterito. En fin, que por lo menos le pone emoción, a ver cuando paso andando y me tuerzo un tobillo.
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