Volvemos al barrio de la estación, pero esta vez no para fijarnos en su carretera, sino en sus aceras. Es por todos conocido que el agua en Guadalajara es un cachondeo: mientras el resto de España disfruta de sus pantanos hasta los topes, nosotros los tenemos más vacíos que la biblioteca de un instituto público. Y es que de nuestras reservas chupa Murcia, chupa Castilla-La Mancha y chupa un poco también Madrid (que aprovecha lo que saca para vendérselo a Murcia, tengo entendido).
Pero lo que no sabía es que tenemos un as bajo la manga, nuestros taimados gobernantes se dejan sorber los recursos hidráulicos a sabiendas de que contamos con una reserva casi inagotable en Francisco Aritio, donde no hay tal cantidad de charcos que podríamos pasarnos el invierno comiendo ancas de rana.